Monday, May 6, 2024

Rachel Ida Buff
Milwaukee, WI, USA
The Opposite of Loneliness, 2022
Photo essay

A reflection on the internationalism of loneliness and its alternatives - read in English by Rachel Ida Buff. Spanish translation and reading by Alejandra Oliva.


Recording of "The Opposite of Loneliness" in English, by Rachel Ida Buff

The Opposite of Loneliness

So what in the world's come over you
And what in heaven's name have you done
You've broken the speed of the sound of loneliness
You're out there running just to be on the run

John Prine, “Speed of the Sound of Loneliness”

None of these images have people in them because it is Al Otro Lado policy never to represent people who have had to flee their homes, often pursued by hostile agents. By this ethos, the only just way to represent migrants is in through a visual loneliness.

What is the opposite of loneliness? For John Prine, who died early in the covid-19 pandemic, it’s love. Loneliness Is running, unbidden, away from love: ‘just to be on the run’.

These lines ran through my mind so frequently this winter that the other people I live with started singing them.  This household is my opposite of loneliness: the way we lean together, expanding to admit a daughter and friend forced to move home from university, contracting in their absence. The love circulating through my household allows me to work from its confines with people far away from their homes.  John Prine was not writing about migrants, but a line from his song describes them accurately: people who “don’t come home at all.”

March 2020 was a contemporary Pompeii in ashes, displaying what was going on when it became clear that the covid-19 pandemic meant that everything would have to stop. I was about to return to Tijuana to continue working with Al Otro Lado, a border rights organization serving migrants from around the world seeking asylum in the U.S.  Even before the advent of Covid-10, U.S. policy compelled many to wait across the border in crowded shelters, in camps, or on the street. The pandemic became one more excuse to deny them entry.[1]

The public health crisis did not stop the wars, oppression, violence, and climate change that compel migrants to leave home. But it forced places like Al Otro Lado that offer legal services, medical referrals, and/or an afternoon’s respite with food and childcare provided to close, leaving migrants to fend for themselves, often in unsafe living situations facilitating the spread of Covid-19.

"Avena Gratis" = "Free Oatmeal"; pulled by a grassroots medic, this cart dispensed warm breakfast to those hoping to cross the border, before crossings slowed to a stop in March, 2020.

The work of supporting migrants continued, from a distance.  Staff at Al Otro Lado organized working groups of remote volunteers to continue preparing asylum claims for the time when people are again allowed to cross.  With a friend in New York, I joined a group.

This is the friend with whom I first traveled to Tijuana, where we encountered and began working with Al Otro Lado.  She and I waded into the remote work, in constant contact by text about the work, about our lives. Our friendship emboldens me to do things I am scared to do, like going to Tijuana in the first place; it makes me feel less overwhelmed, less lonely.

Through the working groups, we receive documents authored by people stranded in Mexico, far from their homes. These documents come into my study from around the world, translated in Norway or Spain or Louisiana, processed in California or Puerto Rico. As I organize the stories and photos of people forced to leave home under duress into the neat PDFs required by immigration court, I listen to louder, harsher music than is typical for me: not John Prine, something jangly to broadcast and deflect the violence blaring from the paperwork.

The remote work is a pipeline that connects migrants from the global south to comparatively sheltered households like mine. Sometimes, it’s like putting a finger into a light socket and touching surges of migrant struggle and pain. These electrical currents connect us across borders, against a regime dedicated to keeping us apart and lonely.

 "…Love flourishes best in distance and freedom.”


[1] The “Migrant Protection Protocol” or “Remain in Mexico” policy, the deployment of Title 42, an arcane public health policy from the 1940s repurposed to deport asylum seekers on entry.


Recording of the Spanish translation of "The Opposite of Loneliness," "Lo Opuesta de La Soledad," read by Alejandra Oliva

Lo Opuesto de La Soledad

Rachel Buff, traducido por Alejandra Oliva

Que demonios te pasa?
Y en el nombre del cielo que has hecho?
Has roto la velocidad del sonido de la soledad,
Corriendo solo para sentirte correr.

John Prine, “Velocidad del Sonido de la Soledad”

Ninguna de estas imágenes tiene personas porque la política de Al Otro Lado es de nunca representar personas que han tenido que huir de sus hogares, a menudo perseguidos por personas hostiles. Por este ethos, la única forma de representar migrantes es con una soledad visual.

¿Qué es lo opuesto de la soledad? Para John Prine, que murió en los primeros días de la pandemia de COVID-19, es el amor. La soledad es correr, sin razón, del amor: “solo para sentirte correr.”

Estas líneas pasaron por mi mente tan frecuentemente este invierno que la otra gente con la que vivo empezaron a cantarlas también. Este hogar es mi cosa opuesta a la soledad: la manera en que nos inclinamos uno hacia el otro, expandiendo para admitir a una hija y una amiga forzadas a mudarse a casa de la universidad, contrayendo en su ausencia. El amor circulando por mi hogar me permite trabajar dentro de sus límites con personas lejos de sus propias casas. John Prine no estaba escribiendo sobre migrantes, pero una línea de su canción los describe exactamente: gente que “nunca llega a casa.”

Marzo 2020 fue una Pompeya contemporánea en cenizas, demostrando lo que estaba pasando cuando se hizo claro que la pandemia de COVID-19 significó que todo iba a tener que parar. Yo estaba apunto de regresar a Tijuana para continuar trabajando con Al Otro Lado, una organización de derechos fronterizos que ayuda a migrantes de alrededor del mundo que buscan asilo en los Estados Unidos. Aun antes del principio de COVID-19, las políticas de los Estados Unidos obligó a muchos a esperar del otro lado de la frontera en albergues atestados, en campamentos, o en la calle. La pandemia se volvió en una excusa más para negarles entrada. [1]

La crisis de salud pública no paró las guerras, la opresión, la violencia ni el cambio climático que obliga a los migrantes a dejar sus hogares. Pero forzó a sitios como Al Otro Lado, que ofrece servicios legales, derivaciones médicas, y/o una tarde de descanso con comida y cuidado infantil a cerrar, dejando a migrantes a lidiar por sí mismos, a menudo en situaciones peligrosas de vivienda que facilitaban el contagio de COVID-19.

“Avena Gratis”--empujado por un médico común, este carrito regalaba un desayuno caliente para aquellos esperando cruzar la frontera, antes que los cruces desaceleraron y pararon en Marzo de 2020.

El trabajo de apoyar a los migrantes continuó, a distancia. Personal del Al Otro Lado organizó grupos de trabajo de voluntarios remotos para continuar preparando declaraciones de asilo para el tiempo en que la gente una vez más sea permitida cruzar la frontera. Con una amiga en Nueva York, me uní a un grupo.

Esta es la amiga con quien primero viaje a Tijuana, dónde nos encontramos y empezamos a trabajar con Al Otro Lado. Ella y yo nos hundimos en el trabajo remoto, en contacto constante por texto sobre el trabajo, sobre nuestras vidas. Nuestra amistad me envalentona hacer cosas que tengo miedo hacer, como ir a Tijuana para empezar; me hace sentir menos abrumada, menos sola.

A través de los grupos de trabajo, recibimos documentos escritos por personas atoradas en México, lejos de sus casas. Estos documentos llegan a mi estudio de alrededor del mundo, traducidos en Noruega o España o Louisiana, procesados en California o Puerto Rico. Mientras organizo las historias y fotos de personas forzadas a huir de casa bajo coerción para caber dentro de los PDFs organizados requeridos por el tribunal de inmigracion, escucho música más fuerte, más áspera de lo típico para mi. Estos sonidos tanto emiten como bloquean la violencia que resuena del papeleo.

El trabajo remoto es una fuente que conecta a migrantes del sur global a hogares comparativamente albergados como el mío. A veces, es como meter un dedo a un enchufe y tocar una sobrecarga de lucha y dolor migrante. Estas corrientes eléctricas nos conectan, contra un régimen dedicado a mantenernos separados, solos.

 "…El amor florece mejor en la distancia y la libertad.”


[1] La “Protocola de Protección de Migrantes” o ”Permanecer en México,” y el despliegue de Título 42, una política arcana de salud pública de los años 40, reutilizada para deportar a solicitantes de asilo en el punto de entrada.

< Return to Exhibit